lunes, 25 de mayo de 2009

El pasado 21 de mayo se celebró, en el salón de Actos del ICADE, en Madrid, la mesa redonda ¿DESCONTAMINA LA POESÍA?, en la que tuve el honor y el placer de participar junto a los poetas Juan Manuel Calvo, Joaquín González y Antonino Nieto. El acto estuvo moderado por el Ex Vicerrector de la Universidad de Comillas y poeta, José López Franco. La mesa redonda estuvo organizada por el ICADE y la editorial Endymión.

Durante el acto cada uno de los poetas participantes expuso su ponencia, llevándose a cabo, al final del mismo, una lectura de poesía por parte de jóvenes poetas pertenecientes al taller de poesía de la librería Fuentetaja.

Esta es la ponencia que expuse en dicha mesa redonda:

¿DESCONTAMINA LA POESÍA?

Muchas veces me han preguntado porque he elegido la poesía como medio de expresión, y no, por ejemplo, la narrativa, la novela…

Yo soy una persona de expresión directa, de esos que les gusta sentenciar con pocas palabras, soy persona de aforismos, de los que quieren explicar el mundo en un suspiro. Así, como suena, explicar el mundo, y que nadie me tome por prepotente, porque me refiero a "buscar una explicación", no "arreglarlo". Al fin y al cabo ya lo decía Marx en su 9ª tesis sobre Fuerbach: "Hasta ahora los filósofos han tratado de dar una explicación del mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Pues bien, yo sigo en esa fase de la explicación, que me sigue pareciendo dificilísima, porque este mundo no hay quien lo entienda, y, claro, no me acerco ni por asomo a lo de transformarlo.

La poesía, en su forma, es belleza en estado puro, en su fondo, es pura reflexión. Por decirlo de forma gráfica: leer un buen poema equivale a la visión de un cuadro de Cezanne mientras de fondo suena Malher, pero con un valor añadido: mientras Cezanne y Malher nos arrastran con su belleza, en lo que podríamos denominar el arte por el arte, el poeta está obligado, en mi opinión, a interactuar en la mente del lector, a dejarle un mensaje que le haga reflexionar sobre lo que acaba de leer, que no le deje atónito en su belleza pero frío en su pensamiento.

Yo tengo una idea de cabecera que he repetido en multitud de ocasiones cuando he hablado de poesía:

La poesía encierra un misterio, se trata de descubrir algo en el interior de unas palabras que tienen vida propia. Porque en la poesía las palabras lo son todo.

Dicho de otra manera:

La poesía es el único género literario que plantea un enigma en sí misma, no en el contenido, no un enigma de argumento, sino un enigma de sentimientos.

A veces, nos pasa (a mi me pasa, lo confieso) que leyendo un poema no comprendemos el significado de lo que leemos y nos sentimos aturdidos, cuando no burlados. Lo que no sabemos es que estamos ante el enigma de la poesía, que nos obliga a pensar, a recapacitar sobre nosotros mismos. Nos obliga a ver lo que leemos en nuestra conciencia. Porque no se trata de descubrir, exclusivamente, lo que quería decir el poeta, sino de reconocer la simbiosis que se establece entre dos mentes, dos estados de ánimo, dos sufrimientos o dos formas de soñar: la del poeta y la del lector.

Ese es el enigma. Y no debe preocuparnos el no descubrirlo, pues un enigma lo es porque no se descubre. Entenderlo puede llegar a ser menos importante que soñarlo. Pero lo realmente importante es verte en él, incluso de una manera que ni siquiera el autor hubiera podido imaginar.

Abundando en esto, quiero recordar unas palabras de Octavio Paz. Decía: “Un simple verso trastoca el sentido de una palabra, de un enunciado. – y continuaba - El verso es una transgresión del sentido común, un ahogado del poeta, un halo místico que impulsa los dedos, un flagelo al silencio“.
Ahora bien, ese enigma del que hablo nunca debe equipararse a la renuncia a hacerse entender. Un poeta no puede escribir para su ombligo, un poeta tiene el deber de transmitir algo, ya sea sentimientos, pasiones o compromisos, lo que no puede, y esta es una opinión, es vulgarizar su mensaje para que llegue a todo el mundo, no puede hacer dejación de su facultad de poetizar para que sus ideas viajen sin esfuerzo por la mente del lector.

En la poesía, lenguaje e idea tiene el deber de ser uno solo, no hay nada que justifique la prioridad de uno sobre el otro. La buena poesía solo lo es cuando el maridaje de ambos términos es indisoluble. Que nadie entienda que pido la caída del fondo en pos del lucimiento de la forma, nada más alejado de mis intenciones, y en mis poemas se puede comprobar. Pero me apena comprobar cómo algunos poetas, en ocasiones, se han dejado abandonar al albur de un mensaje por el mensaje en sí mismo, mientras otros se han ido con las musas en un viaje de placer a ninguna parte.

En definitiva, creo que la poesía bien entendida debe de ser la expresión de una totalidad con las palabras justas, pero expresado de una forma especial, de una forma que pueda quedar en la memoria de aquellos que lo leen.

Mi amor por las palabras me ha hecho amigo del silencio, por eso considero que para todo lo que queremos expresar existen las palabras justas, para el resto es mejor callarse.

La poesía es el arte de conjugar las palabras con los silencios, en ese punto se encuentra el summum de la perfección, de la felicidad. Ya lo decía Shakespeare: "el silencio es el perfecto reflejo de la dicha. Sería poco feliz, si pudiera decir cuanto"

Dicho esto, uno podría preguntarse ¿Realmente la poesía tiene una definición válida? Y, como se pretende saber en este foro: ¿Descontamina la poesía?

A mí me gusta lo que decía Gabriel Celaya: "La poesía es un arma cargada de futuro", pero, hay que reconocerlo, desgraciadamente es un arma que no utiliza casi nadie. Y no me refiero solo a los poetas, me refiero también a los lectores.

Creo que cada vez se lee menos poesía, muy pocos lectores hablan de poesía en sus círculos íntimos, se recomiendan novelas pero no poemarios, nadie conoce a los poetas actuales, nadie se acuerda de los poetas de la generación del 50, José ÁngelValente, Claudio Rodriguez, etc., todos maravillosos. Nos hemos quedado en Lorca y Machado y, para muchos, en Lorca y Machado solo como nombres, de ahí no salimos.

Cuando cogemos un libro esperamos que nos cuente una buena historia. Cuando vemos que el libro es de poesía pensamos que no hay historias y si solo palabras: Craso error, los poemas son pequeñas historias con principio y final, donde lo que prima sobre todas las cosas son los sentimientos. Que más se puede pedir.

Es duro plantearse si la poesía descontamina, cuando muchos están aún en la fase de preguntarse si la poesía aburre. Aquellos que piensan que leer es una actividad puramente mecánica donde, sin el más mínimo esfuerzo intelectual, pretenden encontrar algo que emocione, divierta, o, simplemente, entretenga, están cayendo en un vulgar infantilismo, están siendo víctimas de la enfermedad intelectual de moda: la vulgaridad.

No se puede aplicar la ley del mínimo esfuerzo a algo tan profundo como la poesía…. Hay lecturas, espectáculos, etc., que se entienden, se disfrutan utilizando solo una pequeña parte de nuestro cerebro. Eso está bien, pues permite descansar al resto de nuestro cerebro para cuando lo utilicemos en empresas mayores. Lo malo es que hay quien, el cerebro, lo tiene en perpetuo descanso. Para estos la poesía no solo no descontamina, sino que no existe.

Por otra parte, es muy importante plantearse que consideramos por descontaminar. Es muy posible que todos estemos de acuerdo en que esta palabra tan ligada a la ciencia, a la medicina…, puede adaptarse sin complejos a la poesía y podamos decir tranquilamente que con la poesía podemos descontaminar a la sociedad de su egoísmo, de su intolerancia, de su mercantilismo, de su xenofobia, de su violencia…, en fin, de tantas y tantas cosas que la embrutecen.

La poesía puede descontaminar si la utilizamos no solo como arma, sino como vehículo, el vehículo que nos puede llevar a un mundo mejor, más justo y tolerante. Pero esto hay que tomárselo como un reto, un reto para el poeta y un reto para el lector. Más que nunca se necesita esa comunión espiritual entre poeta y lector que reclamaba Machado cuando decía:

“No hay mejor definición de la poesía que ésta: “poesía es algo que hacen los poetas”. Qué es este algo no debéis preguntarlo al poeta. Porque no será nunca el poeta quien os conteste.”

Deben contestar los lectores. Siempre añoro la respuesta del lector a mí obra, y como en una súplica, a él acudo en cada uno de mis poemas y le pregunto: ¿has encontrado ese algo? Y su respuesta es mi razón de ser.

Saber si la poesía descontamina queda en manos del lector, el poeta lo intenta, pero no es nadie sin su lector.

Yo terminaría haciendo un llamamiento de clara vocación internacionalista:

“Lectores de poesía de todo el mundo: uníos, y decidnos si la poesía os ha hecho mejores”

Muchas gracias


Jesús Díaz Hernández
25 de mayo de 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me asombra la capacidad de la poesía de comprimir como en un zip un montón de sentimientos, ideas, paisajes. A veces no consigo descomprimirlos.

Contador de Visitas

contador de visitas