Un hombre de provecho
En cierta ocasión, una mujer visitó al Barón de Valtierra para pedirle consejo sobre la educación de su hijo. La señora se explayó en un sinfín de problemas que, según ella, tenía con su hijo, un muchacho de 14 años que, dedujo el Barón, era de lo más normal.
- Señor - dijo la mujer, para terminar su perorata, con cierto nerviosismo- vos que sois culto y bueno seguro que podréis decidme que debo hacer para que mi hijo me obedezca, estudie y sea un hombre de provecho.
- Señora, os veo excesivamente preocupada y seguro que no hay motivo para ello. -dijo el Barón con aire tranquilo.
- Claro que hay motivo, sino no hubiera venido a verle.
- Tranquilícese, por favor, -dijo el Barón señalando una silla- y respóndame a algunas preguntas que le voy a hacer.
- Usted dirá.
- Pero prométame que sólo responderá a lo que yo le pregunte, sin adornos innecesarios.
- Yo señor le aseguro que solo…
- ¡Por favor¡.
- Pregunte.
- ¿Por qué desea que su hijo estudie?
- Para que adquiera conocimientos, tenga una formación y pueda tener un trabajo que le de dinero, casarse, formar una familia y así ser feliz.
- O sea, que eso es lo que usted llama ser un hombre de provecho.
- Naturalmente.
- ¿Su marido vive?
- Si.
- ¿Y qué opina de sus quejas hacia su hijo?
- El es muy permisivo y tiene mucha manga ancha
- Su marido tiene estudios
- Si señor, muy buenos.
- ¿Y usted cree que es feliz?
- Bueno, yo creo que si, es un buen hombre, pero algo reservado, y lo que más me preocupa es que no me hace caso en nada de lo que le digo. Y tenemos muchas discusiones por la forma de educar a nuestro hijo.
- Y sin embargo, ¿usted lo considera un hombre de provecho?
- Naturalmente
- Pues señora, si usted desea para su hijo lo mismo que para su marido siga usted como hasta ahora porque va por el buen camino.
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