El paso del tiempo es solo eso, parece que fue ayer cuando escribí lo último de este blog, pero han sido 6 meses, o sea, ayer.
Hoy sigo, pues no se parar el tiempo...
LECTURA DE POEMAS EN EL DIA DE LA POESÍA
Ayer leí un par de poemas en la conmemoración del día de la poesía, algo que, parece ser, ha inventado la UNESCO y en España ha movido la Biblioteca Nacional. Quieren institucionalizar el 21 de marzo como Día de la Poesía, así que el próximo año en este fecha habrá más de lo mismo, esperemos que sea para bien.
Aquí dejo los dos poemas que leí, son nuevos, ineditos y, como dije en la presentación, deben mucho al actual mundo en que vivimos: raro, difícil e injusto. Como novedad os diré que el segundo de los poemas es más largo de lo habitual en mí, y es de un tono satirico real como la vida misma: para reir por no llorar.
Se agradecen opiniones, más que nada por tener algo de que hablar.
LA BESTIA
Siente la bestia
los olores de la hambruna,
no por el olfato, por la vejiga.
Marca el territorio a lo grande,
tiene ínfulas de prosperidad,
tiene fe, mucha fe,
en el dios de las bestias.
Fe a extinguir
que nunca se extingue,
inmarchitable.
Acudimos en masa a contemplarla,
la vemos, la sentimos, la padecemos
y al final…, ¿qué esperábamos?
La imitamos.
Somos previsibles y algo estúpidos.
Un San Jorge, lanza en ristre,
tiene su momento de gloria,
pero esta no es su época.
El tiempo hace de las suyas,
nosotros hacemos de las nuestras:
dejamos que viva.
Se alimentará de nosotros, de todos.
Hay razones de peso (la báscula
Infinita de la sinrazón):
Queremos ser la bestia.
EN TITIRILANDIA (canción infantil para adultos extasiados)
En Titirilandia vivía un titiritero.
¿Solo uno?
Solo uno vivía,
los demás miraban
como vivía el titiritero.
En Titirilandia reía un titiritero.
¿Solo uno?
Solo uno reía,
los demás rabiaban
viendo reír al titiritero.
En Titirilandia sufría un titiritero
¿Solo uno?
Solo uno sufría,
los demás reían
viendo sufrir al titiritero.
En Titirilandia llevan tirita
los titiriteros,
tiritas de seda
debajo del sombrero.
Tapan los golpes
que con palos de espuma
les zurra su amo,
el fabricante de gorros,
el gran Godofredo.
En Titirilandia tiritan de frio
todos los titiriteros,
menos los que han escogido
dar el tiro de gracia
a los que no se descubren
ante el gran sombrerero.
En Titirilandia es el dinero,
lo primero.
Dinero de papel de juego.
Los niños aprenden a ganarlo,
titiriteros con maña
defensores del oro con saña,
bien guardado en el sombrero
a gusto del Gran Godofredo.
En Titirilandia no hay fama
más grande que la de hacer dinero.
Hay una Casa de la Moneda de corcho
para pinchar los monederos,
todos salen llenos de oro
para subir la cuesta de enero.
-¡Caray! Sombrerero-,
exclaman los pobres
quitándose el sombrero,
-no llegamos al corcho
ni colgándonos de un perchero.
Nosotros también queremos
tener nuestro monedero.
El Gran Godofredo, el titiritero
más poderoso, sabio y benevolente,
cederá gustoso un monedero
para disfrute de toda su gente.
¡Oh grande entre los grandes,
Gran mercado persa,
Gran bazar turco,
Gran drugstore de New Jersey.
Te adoramos.!
En Titirilandia, los pobres
abren el monedero
después de quitarse el sombrero
y celebrar acción de gracias
al Gran Godofredo.
Pero ¡Oh, desilusión! no tiene oro,
está lleno de incienso,
la gran riqueza del pobre.
Los titiriteros se afligen
por su triste suerte:
¿qué pasa con el dinero?.
Como en las granjas, los animales
solo esperan el pienso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario