Cuando un servidor estudiaba periodismo en la Universidad Complutense de Madrid tenía una asignatura (no recuerdo el nombre) donde, entre otras cosas, el profesor nos enseñaba a componer objetivamente la portada de un periódico. Basicamente, la clave de una correcta composición es colocar las noticias en orden de importancia de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha. Pues bien, recuerdo que en un examen de esta asignatura salió este tema: nos dieron una serie de noticias nacionales e internacionales, había que analizarlas y viendo su importancia componer una portada de prensa. Un buen número de alumnos suspendieron la asignatura.
Esto viene a cuento porque contemplando las portadas de los periodicos de la España actual uno se pregunta si sus directores han aprobado con buenas artes la carrera periodistica, ya que las composiciones de sus portadas son de todo menos objetivamente correctas.
Vaya por delante que no creo en absoluto en la plena objetividad (imparcialidad) periodística, entre otras cosas porque ser objetivo o imparcial en política es más difícil (no imposible) que ejercer de taxista sin tener coche. Una de las claves del buen periodista es informar sin más de lo que ha visto, oido, investigado, etc., sin acompañarlo de opiniones gratuitas que solo desvirtuan la información. Si el periodista es bueno sabrá colocar su opinión sin que esta se note como tal, de la misma forma, el buen lector sabrá leer entre líneas y separar lo que es información de lo que no lo es. Se trata de disfrazar unas ideas dentro de una información aparentemente aseptica, porque, insisto, no existe la imparcialidad en la prensa, y estamos hablando de información, no de opinión, esta tiene cabida en cualquier medio dentro de su sección y con la correspondiente firma del autor, o en la sección editorial. Vamos, que el buen periodismo solo te engaña si tu quieres.
Sin embargo, las noticias redactadas con descaro partidista, donde no hay ningún tipo de disimulo, van encaminadas a aleccionar a un determinado sector de la población de pensamiento unidereccional y sin capacidad de análisis crítico y, también es el caso, a personas de nula capacidad análitica y totalmente crédulos, incapaces de contrastar la información que reciben, que se dejan llevar por titulares rimbombantes y dañinos. Esta práctica periodistica, que tiene por objetivo apoyar a determinados grupos políticos y que es tan antigua como la prensa misma, está llegando a extremos tan deleznables como el de recurrir a la mentira para crear opinión (recuerdese el caso de la teoria de la conspiración del 11-M, que aún colea).
Produce vergüenza e indignación ver la impunidad con que se miente, se menosprecia y se insulta en algunos medios de la prensa española (no hay siquiera el recato que siempre ha producido mentir), y da pena comprobar la cantidad de incautos que caen en sus redes.
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